La Morocha


La Morocha es un fierro.
Cierto día un compañero de trabajo me contó lo siguiente:
"¡Sabés que yo voy al mismo mecánico que vos! Paso a visitarlo los sábados a la mañana, se reúnen varios en el taller a matear, llevamos facturas y nos cagamos de risa, el loco es un personaje. El sábado pasado se puso a contar de un cliente que con una 125 (la cilindrada de la Morocha) anduvo por los Esteros del Iberá, que estaba de la nuca por los lugares adonde se había mandado, se cagaban todos de risa no lo podían creer decían el loco está de los cables... ¡y eras vos!"


Ruta 2 rumbo al Moconá, Misiones
A mí me sorprende la Morocha, porque me sigue. Aún no conoce el camino por el que haya tenido que darse la vuelta. Me sigue firme, y me cuida.
Una vez se puso celosa, fue así:
La llevé a lavar una tarde de abril. Esa mañana, había estado conversando acerca de otra moto por la cual deseaba cambiarla, una más grande y potente. Me acodé contra un poste de la esquina al sol mientras veía cómo le daban de a sopletazos con la hidro. En eso, entró otra moto al lavadero, ¡la misma moto que yo quería comprar se estacionó justo delante mío a esperar su turno a que la laven! No me quedó otra que admirarla todo el tiempo que restó hasta que me entregaron la mía. 
Cuando tuve a la Morocha limpita nuevamente conmigo, la puse en marcha, le aceité la cadena y la apagué para guardar el frasco. Cuando quise volver a encenderla montado sobre el asiento para partir, ya no fue posible. No quiso arrancar más, se empacó. Hablé con el que me la lavó y hasta con el dueño, pero no importó porque nadie la podía arrancar. Me había visto desear a otra y se había ofendido. Con fracaso vi a la otra moto reluciente volver a la circulación de las venas de asfalto. Nunca me había hecho esto, ni lo volvió a hacer.
Otro pibe, al cual le estaban lavando la moto, me recomendó un mecánico del barrio. Agarré la Morocha y fuimos los dos caminando unas 15 cuadras donde con dolor de cintura conocí a mi mecánico actual, que me solucionó el problema en minutos y me cobró un paquete de yerba y uno de azúcar. ¡Aguante Dos Rueda!


Parada a matear en la ruta 9
Otra vuelta un tachero me preguntó si creía en la simbiosis entre la persona y la máquina, decía que otro chofer podía manejar ese taxi y deteriorarlo en poco tiempo, pero manejándolo él iba a durar años más, ya que había llegado a un grado de conexión con la máquina asombroso.
Tuve la suerte de comprobar eso en cierta ocasión después de un viaje a Córdoba. En ese viaje, se nos ocurrió visitar un salar que aparecía en el mapa bien al norte compartido con Catamarca y La Rioja. Se veía realmente inmenso, con un pueblo a su vera: San José de Las Salinas. Yo entendía que "a la vera" era una distancia y una dificultad mucho menor a la imaginada por los diccionarios. Nos encontramos con los útlimos 10 km plagados de barriales y espinillos antes de llegar literalmente al fin del mundo. Resultado: 8 agujeros en la rueda de atrás y 1 en la de adelante. Pero como la Morocha es noble, no perdió el aire hasta no salir de esos confines y dejarnos en lugar seguro donde pasar la noche. No tiene cámara y por eso aguanta, ¡si en casi 3 años no había pinchado nunca
La triste realidad de que los parches en el caucho dejan escapar burbujitas de aire quién sabe cómo, me llevó a echarle aire a diario para mantener la presión, aún después del viaje. Fue entonces cuando, al llegar a una estación de servicio para la inflada periódica, recordé al taxista y me propuse sentir la posición del pico para frenar justo cuando quede en la posición necesaria para el inflado. Para mi sorpresa, el pico estaba justo del lado de atrás, en el lugar en el que tengo espacio para meter el inflador. La sorpresa fue aún mayor cuando en distintas oportunidades más ocurrió lo mismo. Sin saber a ciencia cierta cómo, percibía la posición exacta de la goma trasera. Por lo tanto, creo en la simbiosis del hombre y la máquina. ¡Si por los difíciles caminos que atravesamos nunca me la puse!

Inyectándose horizontes en Mar del Plata




2 comentarios:

  1. Soy PABLO el mecanino de la MOROCHA,te agradezco por nombrar mi taller. Una persona que disfruta viajar con una moto, aunque sea de baja cilindrada merece mi respeto y atención. Gracias por la onda hernan hasta la vuelta al mundo no pares!

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    1. ¡¡Grande Pablo!! Siempre recuerdo aquel día que por primera vez me aparecí por tu taller y te pregunté si con esta moto podía llegar hasta las cataratas, y respondiste: "¡Claro!"

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