De resaca ni rastros, energía había de sobra para encarar otro día de ruta. Afuera de la carpa dormían tres perros enormes, uno de ellos descomunal. Estaban contentos de verme y fue contagioso. Desayuné esas cosas raras que yo acostumbro comer (aunque yo las vea más naturales que las masivas) y amarré todo a la Morocha como a un caballo para otro día de caravana. Uno de los perros, el que parecía el más joven, corrió loco de contento detrás de la moto unos 500m hasta que se cansó.
Los desconocidos orígenes de la Interbalnearia |