domingo, 23 de junio de 2013

Noroeste parte V

Desde ahora hasta el fin del viaje la ruta iba a ser siempre en bajada (al menos, eso era lo que yo creía). A diferencia de las lentas y esforzadas pendientes que habíamos tenido que encarar, desde que agarré para el sur la Morocha atravesaba la Quebrada de Humahuaca a toda velocidad loca de contenta por no andar ahogándose ante la falta de oxígeno en las interminables subidas que la pobre se venía bancando desde hacía días. Siendo que esa noche era la luna llena más grande del siglo según me dijeron por mensajito, mi plan era festejarla en Purmamarca recorriendo y fotografiando coloridos parajes nocturnos bajo el plateado influjo de su luz.

Maravillosos colores quebradeños detrás de Humahuaca

Cementerio de Maimará, lindo lugar para pasar la eternidad
Hice una breve parada al borde de la ruta a orillas de Maimará para ajustarme el casco sin siquiera bajarme de la moto, y se me acercó un perro con toda la onda a saludarme. Apenas lo acaricié, ¡se subió a la moto! Increíble, no podía parar de reirme. Arranqué despacito y saltó, pero cuando paré se volvió a subir. Recién en ese momento (y no antes), deseé estar en auto para poder cargarlo, era el perro ideal para mí. Cuando reanudé la marcha y subí al asfalto tomando velocidad, corrió tras de mí empequeñeciéndose con tristeza en el espejito retrovisor.

sábado, 15 de junio de 2013

Noroeste parte IV

Iruya es un pueblo fuera de lo común. Además de su aislamiento debido al tortuoso camino de alta montaña que hay que animarse a hacer para visitarlo, y de estar escondido entre cerros altísimos y escarpados, se asienta sobre una ladera tan pero tan empinada que hasta es difícil y peligroso transitarlo en auto. Y en moto ni te cuento. Es como si el pueblo entero estuviera colgando de la montaña agarrándose con las uñas para no caerse. Para llegar a la "parte céntrica" (1 cuadra) tuve que tomar dos subidas en 1ª armándome de valor. Una vez ahí, dejé la moto cargada y fui a buscar dónde hospedarme. Encontré un lugar con muy buena vista a dos cuadras, pero... ¡dos cuadras más arriba! Esos 200 metros fueron los más empinados del universo, tanto, que es difícil subirlos a pie sin hacer una parada para respirar. ¡Imagínenme mandándome con la moto cargadísima! Me encomendé a los santos y diablos esperando no hacer willy ni que se me pare el motor y me mandé. Obviamente, la morocha llegó cagándose de risa, como siempre.

Iruya escondida entre filosos cerros
La "parte céntrica" de Iruya
Conseguí un cuarto con vista a las montañas. Hay muchos lugares donde alojarse, ¡hasta hay un hotel de lujo! En un lugar como Iruya, eso fue inesperado para mí. Es que Iruya no es la que era. Con sólo decir que la gente al cruzarte por la calle no te saluda... Fue cruelmente invadida por el turismo (con crueldad adjetivo un turismo virósico, que transforma el lugar que alcanza), como toda la Quebrada de Humahuaca desde que la nombraron "patrimonio de la humanidad", llenándose de "hoteles boutiques" y transformando esos pueblos auténticos en auténticos negocios. Yo anduve recorriendo la Quebrada exactamente 15 años atrás, y el cambio que vi en los pueblos fue tan pero tan grande que me alegró internamente el hecho de haberla conocido antes del ocaso de su esencia.

domingo, 2 de junio de 2013

Noroeste parte III

Esa mañana desperté aún con más excitación que la anterior: finalmente había llegado el momento de partir hacia Iruya. Desde que tuve el mapa en mis manos por primera vez (segundo paso luego de haber decidido viajar) planeé llegar a este pueblo salteño (porque Salta hace una comba, y está al este de Jujuy además de al sur). Al interiorizarme sobre las particularidades que me esperaban en esta travesía, fue que había comenzado a sentir esa excitación que esa mañana volviendo al mundo de los vivos (o despertando como se dice comúnmente) llegó a su punto cúlmine, combinado con el fuerte dolor de cabeza producido por mi primer día en las alturas.
Mi idea era partir a las 9AM para ir con tiempo, por cualquier cosa que pudiera llegar a pasar, pero con sorpresa me terminé descubriendo a mí mismo arrancando casi al mediodía. Entre que desayuné, armé alforjas, fui a comprar provisiones, a cargar nafta, a boludear, se me hicieron las 11, y todavía tenía que meter la cebolla en el filtro de aire. Varias opiniones escuché afirmando que media cebolla en el filtro de aire oxigena más al motor, así que ese día haría la prueba. Con el sol ya alto y fuerte, a un costado de la estación de servicio la corté al medio y abrí el compartimiento de herramientas para sacar el destornillador philips, pero en vez de eso encontré un ramo de flores oculto desde Buenos Aires. A causa de esta maniobra estratégica para evitar bardos aeroportuarios, quedé de alguna manera desprotegido (como si viajar en moto no lo fuese ya suficiente) sin ninguna herramienta para emergencias ni cebolla que me oxigene. La cebolla quedó en la estación de servicio, yo me fui a Iruya.

Primera parte, asfaltada